En noviembre de 1152 a. de C. los trabajadores que construían la
tumba de Ramsés III en el Valle de los Reyes iniciaron una
huelga. La causa inicial de esta huelga fue el retraso de 18 días
en la llegada de los alimentos asignados, que habían sido robados
por el gobernador de Tebas y sus secuaces.
Los obreros abandonaron las obras y se dirigieron hacia el Rameseo,
el templo funerario de Ramsés II, donde estaban los graneros.
Sedientos y debilitados por el hambre, los huelguistas amenazaron
con dirigirse directamente al visir y al faraón.
Los funcionarios del templo, atemorizados por las amenazas,
decidieron distribuir los alimentos exigidos, correspondientes a
la ración mensual: cuatro sacos de trigo y un saco y medio de
cebada. Tras el reparto, los artesanos volvieron a la necrópolis
y reemprendieron su trabajo.
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