Cuando
murió su padre. Demóstenes apenas era un niño y la herencia
quedó en manos de sus tutores.
Al alcanzar la mayoría de edad, decidió llevarlos a juicio pero
su escasa voz, su tartamudez y su incapacidad para la improvisación
hicieron que el jurado no le prestara atención.
Demóstenes se afeitó la mitad de la cabeza para no caer en la
tentación de volver a hablar ante el jurado hasta que no
estuviera preparado.
Pasó un largo período de tiempo a orillas del mar, durante el
cual se introducía guijarros en la boca para hacer sus ejercicios
orales y superar su tartamudez, a la vez que hablaba en voz alta
para que su discurso pudiera ser oído a pesar del murmullo de las
olas.
Cuando lo consiguió, volvió a Atenas y reanudó el pleito. El
jurado, convencido por su brillante discurso, le permitió
recuperar una parte de su herencia.
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