La historia de la Doncella de Orleáns es tan conocida y
difundida, que ha pasado a formar parte del imaginario colectivo
europeo. No abordaremos aquí cómo casi una niña de origen
campesino llegó a convertirse en la gran líder espiritual y
militar de la Francia del siglo XV, sino los motivos que la
condujero a la hoguera.
Además del suplicio, del cautiverio, del maltrato a que fue
sometida, y la evidente mala fe del juez Pierre Cauchon, obispo de
Beauvais, Juana hubo de pasar dos veces ante la hoguera. La
primera el 27 de mayo cuando firmo con una cruz (era analfabeta)
una larga retractación que se le presentó. Le conmutaron la pena
de muerte por la de cadena perpetua.
Al impedirle vestir ropa femenina, en una estratagema del tribunal
(usar difformitate habitus era herético), se la condenó
por reincidente, y fue quemada en Rouen el 30 de mayo de 1431. Por
tanto, Juana de Arco no fue quemada por cuestionar dogmas de la
fe, o por mantener relaciones con el maligno, o por brujería,
sino por llevar calzones y jubón.
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