Los orígenes de los torneos medievales son difusos, aunque es
probable que surgieran en el norte de Francia en el siglo XI, a
iniciativa de Godofredo de Preully.
Pronto se convirtieron en un fenómeno de masas que congregaba
gentes de variada condición, que incluso se desplazaba durante
jornadas para asistir a ellos.
Los objetivos del torneo no eran meramente deportivos, por lo
menos en su época clásica durante los siglos XII y XIII: podría
tratarse de un "juicio de Dios", es decir, del arbitraje
entre dos nobles o caballeros por una disputa territorial, o de
una cuestión de honor.
Si los contendientes eran dos reyes o grandes señores,
habitualmente nombraban a sus "campeones" que les
representaban en el torneo. A Rodrigo Díaz de Vivar se le
conocía por ello como El Cid Campeador.
Y por último, los torneos tenían una finalidad económica. Los
segundones, sin grandes tierras y feudos de los que obtener
rentas, se servían de los torneos para conseguir prebendas
(matrimonios ventajosos, concesiones de explotación) y cargos de
sus señores, generalmente cargos militares; o simplemente
luchaban para hacerse con el equipo del enemigo derrotado, como
era costumbre. Las armas, armaduras, estribos, caballos... eran
suculento botín del que obtener ingresos extra. Con lo cual
también tenían una finalidad social al mantener ocupados a buena
parte de caballeros segundones que podían dedicarse a los torneos
en vez de a guerrear entre ellos.
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