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Especial Alejandro

LOS PROTAGONISTAS:

Alejandro Magno  rey de Persia y de Macedonia, Faraón de Egipto y hegemón de los helenos .

Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno y con el que Macedonia consiguió la hegemonía griega.

Olimpia , madre de Alejandro y amante de manipular asuntos de estado e influir sobre su hijo. Para muchos la instigadora del asesinato de Filipo.
Hefestion, el amigo más intimo del conquistador macedonio
Darío III, el enemigo persa de Alejandro.

El tiempo de los diádocos:

La muerte prematura de Alejandro dejó un edificio en construcción ,que sólo él acaso habría podido completar y afianzar. De su primera mujer bactriana Roxana, nacería un hijo póstumo, Alejandro (IV), a quien los ambiciosos sucesores de su padre, los diádocos, no le darían oportunidad ni de traspasar la pubertad. Tampoco el hijo bastardo de Filipo, Arrideo, un oligofrénico manipulado, pudo recoger la herencia de su hermanastro. Inevitablemente, aquel vasto imperio lañado con la espada del último Argéada se desharía en jirones sorteados, disputados y pasados de mano en mano entre sus principales generales, quienes desde el primer momento excluyeron del reparto a los persas, llamados por el conquistador a un gobierno conjunto con los macedonios. Doble traición, así pues, al espíritu de Alejandro y prevalencia de las fuerzas centrífugas que darían esa variedad tan notable al mapa político del helenismo.

   El acuerdo de Babilonia (323 a.C.), que fue un reparto de poderes so pretexto de regencia, dejó a Europa en manos del viejo Antípatro, que había permanecido en Macedonia como virrey, y a las satrapías asiáticas bajo el mando de diversos gobernantes (Tolomeo Lago, Lisímaco, Antígono, Eumenes, etcétera), tosos ellos sujetos teóricamente a las órdenes de Perdicas, el primero en la jerarquía (quiliarca) tras la muerte de Hefestión en el 324. Los esfuerzos unificadores y las ambiciones monárquicas de Perdicas se estrellaron contra la oposición de los otros diadocos, y el quiliarca cayó muerto en una desafortunada expedición contra Tolomeo, sátrapa de Egipto.  

Especial Alejandro 

-Presentación

-Alejandro III el Magno

-Cronología A. Magno

-El ejército macedonio

-Falange vs legión  

-Cronología Filipo II

-Los diádocos 

-Las fuentes clásicas

Fonoteca LRV

-Alejandro Magno
-A. Magno vs Darío III 
-A. Magno vs Parmenión
-Filipo II vs Olimpia

"Es hermoso vivir con valor y morir dejando tras de sí fama imperecedera."

ALEJANDRO

  La conferencia de Triparadisos (321), en Siria, trató por segunda vez de insumir un principio de orden en las cada vez más abiertas diferencias de los caudillos macedonios, respetando sobre el papel los derechos de los herederos legítimos a la corona, Arrideo y, sobre todo, el pequeño Alejandro. Tras la desaparición de Perdicas y Cratero -este último había sido elegido tutor de los príncipes-, la máxima autoridad recayó en Antípatro, cuya muerte en el 319 creó otro vacío que daría pábulo a nuevas complicaciones y enfrentamientos. En macedonia y Grecia se encendió la lucha sin cuartel entre Casandro, hijo preterido del antiguo virrey, y Poliperconte, nombrado por Antípatro guardián de los infantes. En Asia emergió con tremenda fuerza la figura de Antígono Monoftalmo (el Tuerto), gobernador de la Gran Frigia, que en poco tiempo se adueñó de todos los dominios orientales (315), con excepción de Egipto.

   Contra Antígono se formó lógicamente una nueva coalición, al igual que ocurriera frente a Perdicas, integrada por los otros diadocos amenazados por las aspiraciones unitaristas de aquél: Casabdro, que se había hecho con el control de Macedonia y buena parte de Grecia; Lisímaco, dueño de Tracia; Seleuco, expulsado de su satrapía de Babilonia por el Tuerto y Tolomeo, firmemente establecido en Egipto. Aunque Seleuco consiguió recuperar Babilonia (312-11) y afirmar su poder en el Irán, los dominios de Antígono siguieron siendo enormes y neurálgicos, comprendiendo todo Asia Menor y Siria hasta el Eufrates, y aún se extendieron por las islas del Egeo gracias al empeño talasocrático de su hijo, Demetrio Poliocetes (el Sitiador), un auténtico condottiero muy al estilo de la época. A éste le llegó incluso a abrir las puertas Atenas, que, como la mayoría de las poleis griegas, se había convertido en un juguete de los nuevos actores de la política internacional.

   Tras el asesinato del pequeño Alejandro (IV) y Roxana por Casandro (310), Antígono tomó el título de basileus (306), iniciativa en la que le siguieron, para no ser menos, los restantes diadocos. Cinco soberanos y otros tantos reinos: era el acta oficial de defunción del imperio de Alejandro Magno y de la dinastía de los Argéadas.

   En el campo de batalla de Ipsos (301), frente a los cuatro diadocos coligados, encontró Antígono la muerte y se derrumbó el pretencioso edificio levantado por éste. Para siempre quedo enterrada en la historia política del heleismo la idea alejandrina de un imperio universal, imponiéndose el principio de equilibrio de potencias y coexistencia entre los nuevos estados monárquicos. Casandro conservó Macedonia; Lisímaco añadió a Tracia toda el Asia Menor hasta el Tauro; Seleuco halló una salida al mar para su reino iranio-babilonio en el norte de Siria; y Tolomeo se afianzó definitivamente en Egipto, además de la Cirenaica y Celesiria. Pero aún debería transcurrir un cuarto de siglo hasta la definitiva estabilización de los reinos helenísticos, en el 276.

   A su padre había sobrevivido el osado Demetrio Poliorcetes, voluble y errático, que mantenía el dominio del Egeo gracias a su flota, con un pie en Asia y el otro en Europa. La inesperada muerte de Casandro (298) y los problemas dinásticos de Macedonia ofrecieron al Antigónida la oportunidad de realizar el sueño de todos los diadocos: sentarse en el trono del país de sus mayores. En el 294, tras deshacerse de un hijo de Casandro, Demetrio fue proclamado rey por la asamblea del ejército macedonio. Como señor de Macedonia y Tesalia, de gran parte de la Grecia central y del Peloponeso, y como jefe de la Liga Nesiota (egeo-isleña), era el monarca más poderoso de Europa, junto con el soberano siciliano Agatocles. Gran general, pero mal político, su gobierno se hizo impopular tanto en Macedonia como en Grecia, y la carrera del Sitiador tocó a su fin cuando los reyes vecinos, Pirro del Epiro y Lisímaco de Tracia, reaccionaron conjuntamente contra sus agresiones anexionistas. Ambos se repartieron el territorio macedonio (287), mientras que Demetrio se armaba de coraje para intentar una nueva aventura conquistadora en Asia Menor, hasta caer y acabar sus días prisionero de Seleuco (286-83).

   El dardo de la ambición alcanzó ahora al viejo Lisímaco, el gran beneficiado de la desgracia antigónida. Expulsó de la Macedonia occidental y Tesalia a Pirro del Epiro - quien poco después emprendería su famosa campaña en Italia como debelador de los romanos-, con lo que la influencia del mnarca helespóntico se proyectó desde el Tauro, en Cilicia, hasta el interior de Grecia. Una tenaza que asía casi todo el Egeo y que rompía el equilibrio internacional resultante de Ipsos. Complicaciones dinásticas y sucesorias, que se harían tan frecuentes enlas casas reales helenísticas, vinieron entonces a debilitar la posición de Lisímaco en Asia Menor. Aprovechando la situación, Seleuco invadió estos territorios y venció en Curupedion a Lisímaco, que pereció en el combate (281). Seleuco no pud sacar partido de esta ventaja, porque, tan pronto como puso pie en suelo europeo, cayó víctima del puñal asesino de Tolomeo Cerauno, hijo postergado del monarca egipcio y aliado del rey babilonio hasta que se consideró traicionado por éste.

   El ejército de mercenarios proclamó a Cerauno rey de Macedonia, mientras que Antíoco I, hijo y corregente de Seleuco, conseguía asegurarse la sucesión en el solar originario de la dinastía: el Irán y Mesopotamia, incluyendo también el norte de Siria. Pero Tolomeo Cerauno pereció en el 279 en la oleada invasora de los celtas que alcanzó la Grecia central y después iniciaría un movimiento de reflujo en dirección a Asia Menor. En la inestabilidad política y militar subsiguiente que se abrió para Macedonia, Antígono Gónatas, el hijo superviviente de Demetrio Poliorcetes y nieto de Antígono Monoftalmo, logró hacer reconocer su soberanía en esta tierra ancestral y arraigar para siempre a ella a su dinastía (276).

   Hasta la irrupción de Roma en el Mediterráneo oriental, quedaban así configurados los tres reinos que dominarían la escena internacional en época helenística: el Egipto tolemaico o lágida (fundado por Tolomeo Lago), el Asia seleúcida (unida desde el Irán hasta Siria por Seleuco I) y la Macadonia antigónida (realmente organizada por Antígono Gónatas). A su vera, no obstante, otros Estados y constelaciones políticas en Grecia y Asia Menor, se asegurarían una relativa independencia.

   Con el advenimiento de Tolomeo II (283-246), Antíoco I (281-261) y Antígono Gónatas (279-239) se inició el período de auge y equilibrio entre las potencias helenísticas, que sólo alteraría la intervención directa de los romanos a partir del 200. En Asia Menor pronto se tallaría un espacio político independiente en torno a la ciudad de Pérgamo con la sinastía de los Atálidas, fundada por Eumenes I (263-241) y, sobre todo, Atalo I (241-197). En el Egeo la república talasocrática de Rodas conocería días de esplendor, mientras que en la vieja Grecia, bajo la férula de los monarcas macedonios, sólo cabría anotar la emergencia de dos estado federales que jugaron un cierto papel de relieve en el concierto internacional: el koinón etolio y, en menor medida, el koinon aqueo.

 

(Fuente: El genio de Grecia. Historia 16. Por Víctor Alonso Troncoso)

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